domingo, 27 de septiembre de 2015

La profecía del poeta


He llegado al final de esta gran historia
y ahora el mundo entero hablará de mí.
Cuando muera no moriré del todo.
Estas semillas que he plantado
salvarán mi nombre y mi reputación de la tumba,
ya que cuando me haya ido
los hombres sabios ensalzarán mi legado.



Hoy vengo a contar varias cosas, aunque el núcleo de todo ello va a estar constituido por una historia sobre poetas y cómo se fabrican las leyendas. No obstante de cara a comprender sus detalles es preciso conocer primero el contexto geográfico e histórico en que se enmarcan los hechos, para lo cual debemos remontarnos en el tiempo hasta los albores de la civilización en el Medio Oriente.

Es allí donde la cultura persa irrumpió en la historia tras el asentamiento de los pueblos medos y persas en el espacio de lo que es el actual Irán durante el primer milenio antes de nuestra era. Poco después, más al Oeste, se produjo el colapso de los antaño poderosos asirios, lo que dejó el camino abierto para que los persas se beneficiasen de tal vacío de poder en Oriente Medio y se expandiesen de forma fulgurante construyendo un inmenso imperio a partir de mediados del s. VI antes de nuestra era. Lo anterior es algo que a los occidentales nos resulta más o menos conocido ya que, poco después, bajo el mando de la dinastía Aqueménida, los persas chocaron con los griegos (durante las famosas Guerras Médicas) a manos de cuyos herederos (Alejandro Magno y sus macedonios) el Imperio persa colapsó posteriormente.

Ahora bien. Es preciso tener en cuenta que la llegada de esos pueblos persas y medos en Irán supuso desde el primer momento un punto de corte para la historia de la zona en tanto que étnicamente eran descendientes de una rama lateral de pueblos indoeuropeos que se había expandido hacia Asia (rama lateral que luego se dividió nuevamente entre una rama indoaria que invadió la India y una rama irania, que es la que nos interesa, la cual se asentó temporalmente en Asia Central para posteriormente irrumpir en la zona del actual Irán como hemos visto). Poseían por tanto una cultura y un idioma diferenciado de las demás poblaciones del entorno, lo cual dejó poso en las altiplanicies iraníes. Tal es así que a lo largo y ancho de las mismas dicha cultura acabó desempeñando a su manera un papel semejante al que a su vez representaron la cultura egipcia, la maya, o la grecorromana en otras zonas del globo; o mismamente un rol parecido al que sus primos arios jugaron en la India.

lunes, 21 de septiembre de 2015

Si me queréis, ¡irse¡


¿Alguna vez viste un desastre más espléndido?

Anthony Quinn en “Zorba el griego”

        


                       



Supongo que a estas alturas todo el mundo lo sabe pero lo comentaré igualmente. Los lemmings, esos simpáticos roedores nórdicos protagonistas de una adictiva serie de videojuegos, no se suicidan en masa. Nunca lo han hecho. Esa falsa creencia procede de un tramposo documental de 1958 producido por la casa Disney llamado White Wilderness y cuyas peripecias de rodaje seguramente podréis encontrar en la web. 


                                       


En realidad el animal conocido con mayor tendencia a desarrollar pautas de comportamiento contraproducentes y estúpidas, en cierta forma parecidas a las que falsamente hemos atribuido a los lemmings, es precisamente el más inteligente de todos: el ser humano. En ese sentido se podría redactar un artículo completo recopilando, por ejemplo, desastres relacionados con estampidas humanas masivas en conciertos de música o celebraciones deportivas (desde la Tragedia del Estado Nacional del Perú, hasta las celebérrimas catástrofes de Heysel y Hillsborough). De hecho las catástrofes colectivas de este tipo podrían remontarse mucho más atrás en el tiempo, hasta la época de los primeros anfiteatros romanos, construidos en madera; a los altercados entre verdes y azules en el hipódromo de Constantinopla ya en época justinianea; o a las barbaridades que tal vez ocurrieron -aunque no dejasen rastro documental- en época medieval durante momentos de catarsis religiosa colectiva.

Sin embargo una de las primeras referencias precisas a este tipo de fenómenos la tenemos en fecha tan tardía como el s. XVIII cuando una crónica de época nos informa que durante la representación de una obra de Beaumarchais murieron tres personas aplastadas debido a una avalancha espontánea entre un sector de los espectadores. Eran tiempos en los que se producían abundantes altercados en representaciones teatrales o musicales debido a la beligerancia del público (parte del cual a veces era comprado para asegurar el éxito de la obra con sus vítores, o bien para todo lo contrario, hundirla con sus vehementes protestas).

Pero es ya en plena época contemporánea, debido al crecimiento de la población y la acumulación de cada vez mayores aglomeraciones urbanas, cuando estos fenómenos saltaron al siguiente nivel. En 1823 más de cien personas murieron en las celebraciones del Carnaval en la capital de la isla de Malta y en 1883 fueron cerca de doscientas las víctimas en Sunderland durante una estampida que se produjo en un reparto de regalos a niños.

  Viajemos ahora a mayo de 1896 en Moscú, durante las celebraciones posteriores a la coronación de Nicolás II como zar, escenario del que quizás sea el primero de estos desastres cuyos detalles conocemos a través de una extensa documentación.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Momentos paleomusicales

                   


                                               


Hace unos quince años Robert Bittlestone, por entonces presidente de una importante consultora del Reino Unido llamada Metapraxis, hizo un viaje a Grecia. Allí visitó entre otras zonas la actual isla de Ítaca, al noreste de Cefalonia. Robert, pese a trabajar de asesor financiero, en realidad había estudiado Lenguas Clásicas en la Universidad y era un gran conocedor de la Odisea. Por ello le llamó la atención el comprobar que la isla con ese nombre no se parece en nada a la descripción que Homero nos dejó respecto a la patria del taimado Odiseo (más conocido por su nombre latino: Ulises).

A su regreso del viaje en cuestión, durante las horas muertas en su despacho, Robert se dedicó a buscar a su manera la “auténtica” Ítaca trasteando en su ordenador con diversos programas como este, en su mayor parte encaminados al visionado de fotos por satélite, todo ello de cara a encontrar en las islas de la zona un entorno que se asemejase a las breves descripciones -de la geografía de Ítaca- que desgrana el texto de Homero.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Hay método en mi locura


En España se ha asumido el modelo del pícaro cuando el pícaro es un delincuente que lo que tiene que hacer es estar entre barrotes, en cambio aquí en España el pícaro es visto como un héroe primero en la literatura y luego en la sociedad. Eso crea el país con mayor número de sinvergüenzas por metro cuadrado del mundo, después de Italia, otro país que también cogió, llevado por los españoles [durante su ocupación de la región en la época imperial], el modelo de la picaresca.

Fernando Sánchez Dragó se explayaba así en una entrevista con Jesús Quintero.


                                         



Se suele citar al dichoso “Hombre de Piltdown”, pero en realidad el juego de las imposturas y estafas académicas empezó mucho antes. Quizás cuando, a principios del s.XVIII, el francés George Psalmanazar afirmó que él era el primer nativo de la isla de Formosa en viajar a Europa. Por entonces a nadie le extrañó esa afirmación, pese a que era rubio y tenía los ojos azules, así que no tuvo problemas para difundir una Memoria Histórica y Geográfica de Formosa llena de sus fantasías donde aseguraba, por ejemplo, que los hombres de su patria tenían derecho a comerse a sus esposas si éstas les eran infieles. Además también redactó un análisis lingüístico del supuesto alfabeto de Formosa respaldado por la Universidad de Oxford y la Royal Society (el equivalente a una Academia de ciencias de la época) con lo que el engaño solo fue descubierto cuando George se aburrió de representar su papel y confesó sus mentiras. Pero claro, a ese respecto hay que tener en cuenta que George no era español.

   Sí lo era en cambio Juan Amat, un dentista y relojero murciano que allá por 1870 se reinventó asimismo como arqueólogo y se dedicó durante años a falsificar estatuillas de arte ibero las cuales vendía después a un abogado, Juan de Dios de la Rada quien a su vez, en parte gracias a la colección que acumuló comprándole piezas a Juan Amat, acabaría pasando a formar parte de la Real Academia de la Historia e incluso fue nombrado director del Museo Arqueológico Nacional. Pasaron décadas hasta que se descubrió el engaño, aunque nunca llegó a quedar totalmente claro si determinadas piezas de supuesto arte ibero descubiertas a finales del s. XIX eran verdaderas, falsas, o piezas auténticas luego modificadas por Amat para darles más "misterio". Y sin embargo hoy podemos decir que Amat fue apenas el pionero de una larga tradición de picaresca patria que llega a la actualidad en el campo de la investigación "arqueológica".