miércoles, 16 de julio de 2014

No mires a los ojos de la gente


Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo, a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía en escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides.

Max Aub en "Campo de los almendros"

  
La historia que voy a contar hoy, la de Francesc Boix, es bastante conocida dentro de ciertos círculos de aficionados a la historia de la IIª Guerra Mundial. Más allá de eso, en Cataluña en concreto, se han dedicado algunos documentales y libros a su figura. De cualquier forma quiero que también tenga un sitio en mi blog pues su vida y obra encajan particularmente bien en dos de las grandes categorías temáticas que se van a tratar en esta página: la fotografía histórica y el recordatorio de las "cosas natsis" que ocurrieron hace no tanto tiempo.

Francesc Boix i Campo nació en Barcelona, en 1920, en el seno de una familia a la vez muy de izquierdas y catalanista. Sus padres eran dueños de una sastrería en la zona de Poble-sec y pertenecían a lo que podríamos denominar como clases medias del período.

La infancia y juventud de Francesc fue como la de cualquier otro muchacho barcelonés de la época salvo quizás por dos particularidades que luego resultarían muy importantes. La primera fue que Francesc se aficionó a la fotografía desde muy joven por influencia paterna. La segunda consistió en que se convirtió en militante de las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña y posteriormente del propio PSUC (de orientación comunista). Debido a ello ejerció de reportero y quizás soldado durante la Guerra Civil (momento en el que se familiarizó con el uso de cámaras Leica alemanas, otro detalle que le sería muy útil más adelante).

Ante el definitivo avance franquista, temiendo por las posibles represalias, a comienzos de febrero de 1939 huyó y se exilió en Francia, al igual que hicieron cientos de miles de republicanos en su situación. Lo curioso del caso es que buena parte de esos españoles que cruzaron la frontera con Francia fueron inmediatamente recluidos en campos para refugiados que eran más bien verdaderos campos de internamiento. De hecho en ellos se produjeron muchísimas muertes por hambre, frío o enfermedades, particularmente disentería.

El problema de fondo era el mismo que había sellado la suerte de la IIª República española al ser condenada al abandono y el embargo de armas por parte de las potencias democráticas occidentales del momento. Se ha especulado mucho al respecto pero con toda probabilidad lo anterior se debió, fundamentalmente, a que en los gobiernos y círculos políticos más influyentes de Francia e Inglaterra existía por entonces una desmedida preocupación -para nada desencaminada, pero desde luego también insensible, cruel y a la larga quizás contraproducente- en cuanto a los vínculos anarquistas y sobre todo comunistas de buena parte de las bases republicanas españolas. Por eso en Francia una vez sellado el destino de la débil e inestable República española se impuso evitar el "contagio" aunque fuese al precio de hacer el juego al filofascismo hispano ya que en aquel momento aún se veía dicho bando ideológico como un mal menor y más razonable que su némesis comunista. Debido a todas estas cuestiones de fondo al final, como otros muchos refugiados españoles, Boix acabó internado en uno de esos campos franceses, concretamente el de Combrimont, en el Sur de Francia, para luego ser sucesivamente transferido a otros campos, en concreto Vernet d`Ariège y Septfonds.

Durante los siguientes meses, a medida que la guerra entre Alemania y Francia se hizo más inminente y luego en los primeros momentos tras su estallido, mientras los alemanes se hallaban ocupados en Polonia, los franceses decidieron recurrir a esa mano de obra semiesclava -constituida por los españoles que tenían aislados en campos- de cara a usarla en labores como ayudar a construir trincheras y reparar fortificaciones en la frontera con el país teutón. De esta forma Francesc acabó siendo enviado al Norte de Francia, junto con otros excombatientes republicanos españoles, todos ellos encuadrados en la 28 Compañía de Trabajadores Extranjeros.

Cuando en mayo de 1940 las líneas francesas se desmoronaron buena parte de los refugiados españoles que habían sido antiguos combatientes republicanos (esencialmente aquellos que tuvieron la suerte de no caer inmediatamente prisioneros de los nazis) se enrolaron en la Resistencia francesa y más adelante en el ejército de la Francia Libre donde jugaron un papel bastante destacado en la medida de sus posibilidades. Es decir que después de experimentar tres años de guerra en España tuvieron que vivir seis años de penalidades y lucha en Francia solo para luego caer en el olvido o intentar prolongar esa lucha intentando a continuación regresar de forma clandestina a España para formar parte de una resistencia antifranquista en forma de maquis, estrategia ésta que con el tiempo fracasaría por completo.

En cambio el destino de otro grupo de aquellos hombres fue aún más duro, trágico y olvidado ya que muchos de los que se encontraban en manos francesas como compañías de trabajo cayeron inmediatamente presos en manos de los alemanes durante su avance. De la sartén francesa a las brasas germanas. 

Además el régimen franquista que se había asentado en España tenía buenos motivos para ignorar la suerte de dicho colectivo. En primer lugar, durante aquellos primeros momentos de la Guerra Mundial, años en que la suerte de la contienda parecía inclinarse a favor de Alemania, el régimen español no tenía remilgos a la hora de favorecer y realizar guiños al gobierno alemán en cuestiones diplomáticas o acuerdos comerciales, todo ello por principios o como simple forma de congraciarse con la nueva gran potencia europea. De hecho Ramón Serrano Súñer, el Cuñadísimo, precisamente el ministro de Exteriores español en aquellos tiempos (en sustitución del más bien filoinglés Beigbeder), resultaba ser el más ferviente germanófilo del país.

Por otra parte nadie en el gobierno español quería realmente saber nada de aquellos excombatientes republicanos que habían sido sus enemigos. La única excepción fueron algunos casos de dirigentes u oficiales renombrados del período republicano que, esos sí, resultaron repatriados a España para enfrentarse a la cárcel y/o el pelotón de fusilamiento.

Consiguientemente al resto, la masa anónima, se los dejó sin más en manos de los alemanes esperando que el “problema” desapareciera por su propio peso. El gobierno francés colaboracionista instaurado en Vichy tampoco puso ningún problema para esto ya que ningún burócrata del mismo quiso complicarse la vida por causa de los que al fin y al cabo eran unos extranjeros.

A partir de ahí aquellos hombres cayeron en el limbo jurídico y fueron básicamente tratados como ciudadanos “sin patria” por parte de los alemanes. En adelante su destino pasaba a ser el trabajo forzado hasta que se murieran desembarazando tanto al régimen nazi alemán como al gobierno franquista de España de su incómoda existencia.

Entre ellos estaba Francesc Boix, quien comenzó entonces su andadura por varios de los campos de prisioneros en Alemania, empezando por el Stalag XI-B ubicado en la baja Sajonia. Finalmente a principios de 1941 fue enviado al grupo de campos de concentración de Mauthausen-Gusen, en Austria, a la vez que casi simultáneamente, ironías de la vida, en España su padre era condenado por “rojo separatista” a ocho años de cárcel, muriendo poco tiempo después.

Pronto la zona de Mauthausen se convirtió en el principal lugar de encarcelamiento y exterminio de los españoles en manos nazis en ese momento (a los que se sumarían en los siguientes años varios miles como prisioneros de guerra procedentes de los más de 30.000 exiliados españoles que combatieron para los aliados durante la Guerra Mundial). Tal es así que en ese año 1941 los españoles constituían casi dos tercios de los presos. Allí se les llamaba despectivamente Spaniakers o también Rotspaniers (españoles rojos, por su supuesta filiación comunista). Con el tiempo fueron unos 7.000 u 8.000 los que pasaron por el celebérrimo campo de Mauthausen. De esos en concreto solo sobrevivieron unos 2.000 aunque más de la mitad de ellos, muy debilitados, murieron en los años siguientes a su liberación, producto de las secuelas producto de su paso por aquel infame lugar. Y sin embargo lo que hace verdaderamente peculiar y digna de estudio la historia de Francesc empieza allí.

El objetivo de los campos de exterminio como Mauthausen era la aniquilación de los presos mediante el trabajo obligatorio llevado hasta el límite de la resistencia humana. La mayoría de las muertes se debían al agotamiento producido por el duro trabajo a la intemperie en unas canteras cercanas (de hecho fueron los mismos presos los que construyeron la carretera general y parte de su propia prisión transportando generalmente a mano las piedras necesarias), todo ello unido a la malnutrición crónica. Aunque también una parte de los presos, entre ellos muchos españoles, fueron gaseados en el centro de “eutanasia” de Hartheim.

A medida que la guerra avanzaba también muchos judíos o prisioneros rusos llegaron al campo. Sin embargo los presos españoles gozaron de una ventaja respecto a estos colectivos y es que la mayoría de los españoles se conocían entre ellos, poseían una ideología común y estaban curtidos por años de guerra, represión y el paso previo por los campos de internamiento franceses. En suma, se habían vuelto tenaces y organizados tras todo lo que les había ocurrido en los últimos años. A su llegada al campo los alemanes empleaban criminales comunes como kapos, es decir como presos de confianza que ayudasen en algunas tareas, incluso a reprimir al resto de los presos. Pero pronto colectivos de españoles, esencialmente con pasado comunista, empezaron a hacer valer su fuerte cohesión de grupo y acabaron ocupando casi totalmente esos rangos intermedios entre los carceleros nazis y la masa de presos formada por el resto de nacionalidades y colectivos.

Es más, algunos de esos presos españoles organizaron entre ellos una especie de partido comunista clandestino que empezó a infiltrar sistemáticamente a sus miembros en esos puestos de confianza, como la secretaría del campo o la propia Politische Abteilung -una especie de policía del lugar-, algunos de ellos con la misión de guardar y ocultar documentos comprometedores sobre cómo funcionaba el complejo. Fue el caso del valenciano Casimir Climent Sarrión o el catalán Joan de Diego Herranz. Ellos en concreto decidieron guardar documentación del paso de españoles por Mauthausenen en forma de fichas, ocultándolas en un almacén de papelería.

En el caso de Francesc tuvo la fortuna de que, gracias a su experiencia como reportero en la Guerra Civil sus conocimientos de las cámaras fotográficas alemanas y su propia facilidad con el alemán, pronto acabó siendo adscrito al laboratorio fotográfico del campo, hecho que sin duda le salvó la vida. Pero ese laboratorio iba a resultar clave para más cosas.

Inicialmente estuvo dirigido por un fotógrafo perteneciente a las SS, de nombre Kornacz. Él era el que tomaba fotografías de las llegadas de grandes envíos de prisioneros o las visitas oficiales importantes, siendo luego la misión de sus subalternos el revelarlas y archivarlas. Normalmente se realizaban rutinariamente cinco copias de cada fotografía ejecutada pero en un determinado momento un prisionero polaco adscrito al laboratorio llamado Grabowski comenzó a realizar en secreto y ocultar sistemáticamente una sexta copia de ciertas fotografías con el propósito de recopilar un archivo confidencial que diese testimonio de lo que allí pasaba en caso de que un día resultase necesario. Con el tiempo a Grabowski se le unió en sus esfuerzos un preso catalán llamado Antonio García Alonso (o Antoni si ustedes prefieren) que estuvo en el Departamento Político de Mauthausen y luego fue transferido al laboratorio fotográfico. Meses después Kornacz fue reemplazado como encargado oficial del laboratorio fotográfico del campo por otro oficial de las SS llamado Paul Ricken que empezó a desentenderse de la gestión estrecha del laboratorio. Fue entonces cuando -supuestamente a sugerencia de García Alonso- también Francesc Boix fue transferido a trabajar en el laboratorio.

En 1944 Grabowski perdió la esperanza y se suicidó. Un año después, a comienzos del 45, García cayó muy enfermo y pasó casi un mes internado en la enfermería del campo. Tras recuperarse y volver a su trabajo en el laboratorio fotográfico descubrió que el “archivo secreto” había desaparecido de su escondite habitual en una cabaña cercana a las oficinas del departamento fotográfico. Francesc por iniciativa de la jefatura comunista entre los presos del campo lo había cambiado de escondite desconfiando de las tendencias trotskistas de García y preocupado también por la posibilidad de que los oficiales alemanes del campo -cada vez más preocupados por la deriva de la guerra y la inminente derrota de Alemania- encontraran las fotografías.

Por aquel tiempo algunos colectivos de presos tenían autorización para salir del campo a realizar trabajos en canteras y otros lugares fuera del mismo. Entre ellos los que integraban el llamado Poschacher Kommando una brigada de trabajo compuesta por presos particularmente jóvenes. Algunos miembros del mismo trabaron contacto durante sus salidas con una joven austríaca de simpatías socialistas llamada Anna Pointner que fue quien adelante se encargó de guardar -en una hendidura de la verja de su jardín- el archivo de fotos ya existentes así como las nuevas que se iban realizando y que le fueron haciendo llegar en secreto dos jóvenes presos españoles llamados Jesús Grau y Jacint Cortés encargados de llevar la comida al Kommando cuando se encontraba fuera del campo.

Finalmente, en la última semana de vida de Mauthausen, ante el derrumbe de las líneas nazis y el avance rusos y aliados, el oficial encargado del lugar, Franz Ziereis, ordenó la destrucción de las pruebas gráficas contenidas en el archivo del campo. Debido a ello cobraron aún más importancia como posible prueba futura, de las atrocidades ocurridas en aquel lugar, las fotografías del archivo secreto mantenido por los presos, sumadas a otras que Boix realizó durante esos últimos días antes de la liberación del lugar usando para ello una cámara que los alemanes abandonaron en su huida.

Tras la liberación del campo Francesc Boix recuperó los famosos archivos de fotografías ocultos. En relación con ello durante 1946 Boix fue testigo en dos importantes procesos contra criminales de guerra nazis. Por un lado testificó ante el Tribunal Internacional de Núremberg y más adelante también declaró en el proceso celebrado en Dachau contra 61 acusados de crímenes en Mauthausen. En ambos casos “sus” fotografías sirvieron como pruebas ya que mostraban la cruda realidad del campo y de las prácticas de exterminio de los presos a la vez que en algunas aparecían también los rostros de los responsables del campo y de altos jerarcas del nazismo que lo visitaron. De hecho resultaron clave para refutar parte de los alegatos de individuos como Albert Speer y, sobre todo, Ernst Kaltenbrunner quien negaba saber nada de la existencia de los famosos campos de exterminio pese a haberlos visitado personalmente.

Posteriormente Boix trabajó en Francia como reportero gráfico, sobre todo para la prensa cercana al Partido Comunista Francés, pero en 1951 -con solo 30 años de edad- falleció en París, probablemente debido a una enfermedad renal, o tuberculosis según otras fuentes, en todo caso una consecuencia de su estancia en Mauthausen.

En realidad, como dije al principio, las líneas generales de esta historia son relativamente conocidas entre aficionados a la historia, incluso entre el público en general ya que una obra de teatro El triángulo azul -representada hasta finales del pasado mayo en el Centro Dramático Nacional- se ha dedicado a recrear parte de los sucesos aquí narrados, con las fotografías mencionadas como fondo. Aunque en esta ocasión yo me he permitido realizar una reconstrucción de los hechos un tanto personal y que no coincide exactamente con la que se puede leer de forma más habitual. Por supuesto, como digo, es una mera especulación a título personal.

Y es que en concreto existen dos versiones distintas de esta historia, la de Antonio García y la del propio Francesc Boix, sobre lo ocurrido en Mauthausen y la procedencia de las famosas fotografías. Tradicionalmente se da por bueno el testimonio de Francesc y se desecha el de Antonio García, aunque personalmente no tengo claro que en su momento ninguno de los dos dijese por completo la verdad en sus testimonios. De hecho ambas versiones presentan contradicciones y puntos oscuros.

Antonio en su momento defendió que Francesc Boix llegó al laboratorio fotográfico del campo gracias a él y hablaba de la existencia de un número de fotografías muy inferior a las que luego Boix mostró, quizás debido a que, llegado un momento, Antonio fue apartado y a partir de ahí se quedó sin información precisa. Por su parte Boix negó una participación importante de García en la formación del "archivo secreto" y en un primer momento afirmó haber sacado del campo más de 20.000 imágenes, cuando las que luego aportó rondaba el millar. A la vez la cifra de fotografías existentes según los testimonios de otros implicados en su trasiego y ocultamiento parecía estar en torno a las 2.000 o 3.000. Por otro lado está la incómoda cuestión de que ambos hombres formaron parte del colectivo de presos que en algún momento se beneficiaron del favor de los oficiales nazis del campo. Realmente casi seguro que no habrían sobrevivido de otra forma y desde luego nunca habrían podido realizar copias de fotografías ni nada parecido. Pero en la "zona gris" siempre hay que hacer concesiones y poco se sabe de las luchas de poder o las rivalidades entre los propios presos de los campos en función de sus nacionalidades y tendencias políticas. Muchos de los “infiltrados” en puestos de responsabilidad ayudaron, usando sus "privilegios", a salvar la vida a infinidad de sus camaradas mediante pequeños favores y trucos, aunque seguramente para llegar a esa situación también tuvieron que realizar elecciones y prestarse a miserias y pequeños crímenes que nadie quiso recordar nunca más.

Al final yo aquí he intentado reconciliar ambas versiones entre sí -la de Antonio y la Francesc- desentendiéndome de los odios y enemistades personales que tal vez pudieron llevarlas a diferir y de los motivos tras los mismos, algo que nunca sabremos. 

   De hecho sobre todo el asunto planea la incómoda cuestión, nunca aclarada, de si los comunistas del campo aceptaron más o menos implícitamente colaborar con los nazis, ejerciendo de esbirros para ellos, de cara a sobrevivir aferrados a ocupaciones no demasiado extenuantes. A fin de cuentas ellos se consideraban la vanguardia del proletariado y debían preservar sus vidas no solo por miedo a la muerte sino como una misión con la historia, ya que tenían un objetivo superior que cumplir. Pero el problema es que de cara a ello tal vez hubieron de hacer cosas que en contrapartida sirvieron para condenar a otros reclusos menos organizados políticamente. Como digo nunca lo sabremos, aunque no es un pecado considerar la cuestión debido a la existencia de sospechosas sombras en las narraciones de algunos de los interesados. 

   En cualquier caso lo que queda, y es lo que importa, son un montón de testimonios fotográficos de lo bajo que puede llegar a caer el ser humano. Diría que también lo son de algunos chispazos sueltos que testimonian la grandeza del hombre cuando se ve sometido a situaciones límite, pero esto último no se si es totalmente cierto o si resultará suficiente como defensa de nuestra especie en caso de que algún día seamos juzgados como colectivo.

7 comentarios:

  1. A propósito del tema en cuestión: ayer mismo se nombró a Boix y a la presencia de prisioneros españoles en Mauthausen en un artículo de Jot Down: http://www.jotdown.es/2015/02/mi-tio-un-personaje-de-javier-cercas/

    La autora del artículo es sobrina del historiador que desenmascaró hace ya una década al ínclito Enric Marco, el tema central del artículo difiere de lo que aquí se trata, toca el tema de las fotografías tangencialmente, pese a ello me ha resultado interesante, además de haberme ayudado a recordar esta entrada.

    Me quedo con la frase final del artículo, que inevitablmente me ha recordado en cierta manera a este blog:

    "Por muy pequeñitos y olvidables que sean, qué importantes son los historiadores que les aguan la fiesta solo por su amor a la verdad".

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  2. En El País digital también se han hecho eco de este asunto por el 70 aniversario de la liberación del campo:

    http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/04/actualidad/1430750092_079466.html

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  3. También ABC:

    http://www.abc.es/cultura/20150505/abci-mauthausen-francisco-boix-nazi-201505042039.html

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  4. COMUNISTA FIGLIO DI TROIA TUA MADRE E' UNA VACCA FOTTUTA, AVETE AMMAZZATO 100 MILIONI DI PERSONE BRUTTI FIGLI DI TROIA EBREI!!!

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  5. Me ha dicho un pajarito que para dentro de un año más o menos habrá película sobre estos sucesos protagonizada por Mario Casas.

    Va en serio.

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    1. BUENA PELÍCULA, "EL FOTÓGRAFO DE MAUTHAUSEN", EN NETFLIX.

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  6. http://www.eldiario.es/sociedad/Paris-entierra-honores-fotografo-Mauthausen_0_655135214.html

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