miércoles, 30 de abril de 2014

Es la hora de las tortas



Hoy llega una nueva entrada de transición para avisar de que mañana comienza el Campeonato Mundial de Combate medieval, el cual va a tener su sede del día 1 al 4 de mayo (o sea hasta este domingo) en el Castillo de Belmonte en Cuenca.  

El combate medieval es, como su propio nombre sugiere, un intento de recreación de los combates a pie de estilo medieval; al menos en cuanto a su parafernalia y al tipo de armas utilizadas, porque luego las técnicas de combate que se usan en la práctica distan bastante de ser las mismas que se podían usar en combates reales en la Edad Media (aunque esto no les gusta oírlo a sus practicantes).  

jueves, 24 de abril de 2014

La joya de la Corona




Dado que las últimas entradas del blog han sido bastante exigentes en el plano intelectual voy a dedicar el día de hoy a una entrada ligerita y de “transición” a la vez que aprovecho para continuar mi serie sobre fotografías paisajísticas del s. XIX. En este caso vamos a seguir con la India a la que ya había dedicado una primera entrada hace poco. El otro día hablamos de los contrastes sociales y vimos unas cuantas fotografías al respecto, hoy simplemente dejaré aquí algunas escenas de la vida diaria, sobre todo en las ciudades, así como imágenes que recogen el aspecto arquitectónico de las grandes urbes por entonces.  

domingo, 20 de abril de 2014

Como a ti mismo


Estoy bautizado. Mi padre es el Papa, me gustaría vivir con mi familia solo si se convirtieran en cristianos y rezo para que lo hagan.

        (Carta escrita por Edgardo Mortara durante su etapa de custodia en Roma siendo aún niño). 


      Ubiquémonos. Estamos en Bolonia a mediados de 1858, una ciudad cosmopolita sede de una de las más importantes universidades de la época. Nada de eso entraba en contradicción con el hecho de que por entonces dicha ciudad italiana formaba parte de un conglomerado de territorios (los famosos Estados Pontificios) aún gobernados de forma directa por el Papado, el cual consideraba diversas regiones del centro de Italia como dominios feudales de su exclusiva posesión.  

A finales de junio de aquel año diversos hombres armados dependientes del Papado se presentaron en una casa de la localidad donde vivían una pareja de judíos, Salomón (conocido en la ciudad por el sobrenombre de “Momolo”) y Mariana Padovani Mortara, ambos padres de ocho hijos. Los hombres irrumpieron en el domicilio y se llevaron por la fuerza al hijo pequeño de la pareja, un niño de seis años llamado Edgardo. Mientras eso ocurría la madre sufrió un colapso y tuvo que ser llevada a la casa de un vecino. Pero, pese a todo, los intrusos lograron subir al niño en un carruaje que lo llevó a un edificio eclesiástico en otra parte de la ciudad donde oficialmente fue puesto bajo la tutela del Estado vaticano por orden del Santo Oficio.  

Al parecer una muchacha católica que había servido en el pasado de criada en la casa de la familia había testificado recientemente haber administrado el bautismo a Edgardo cuando era más pequeño. ¿Y cómo es posible que una chica que no era sacerdote hubiera administrado un sacramento católico a un niño judío?, ¿para qué?, ¿qué importancia podía tener eso?. Bajo la doctrina católica existía la figura jurídica del bautismo “de emergencia” el cual podía ser administrado en caso de riesgo inminente de muerte por cualquiera, hombre o mujer, incluso aunque ese alguien no estuviese ordenado. A fin de cuentas se trataría precisamente de eso, de una “emergencia”. Pues bien, al parecer años atrás temiendo que el pequeño Edgardo muriese por una enfermedad la joven chica católica que trabajada de doncella en la casa lo había bautizado en secreto cuando estaba a solas en la habitación con el bebé para así salvar su alma del infierno en caso de que muriese, ya que a Dios no le gusta que te mueras perteneciendo nominalmente a una religión distinta de la que él ha decretado como verdadera. 

Consecuentemente cuando la historia alcanzó los oídos del inquisidor de Bolonia lo primero que vino a su cabeza es que no se podía permitir a un niño católico –Edgardo había pasado de golpe a ser católico si estaba bautizado- ser custodiado por una familia judía, aunque esa familia fuesen sus padres biológicos. Por lo tanto se ordenó que Edgardo Levi Mortara fuese llevado a una institución donde otros niños en situaciones jurídicas similares eran convertidos en buenos cristianos.  

El problema es que, al margen de que todo lo anterior resultase ridículo e injusto, era dudoso que el supuesto bautismo de emergencia hubiese tenido lugar alguna vez. Al parecer la doncella, de una tal familia Morisi, había contado por primera vez la historia a un sacerdote local en el curso de un pleito por una dote que solicitaba. Fuese por conveniencia, interés o incluso por venganza tras haber dejado de trabajar en la mansión de los Mortara, es perfectamente posible que se inventase dicha historia. No había, obviamente ningún testigo de su supuesta acción y de hecho los propios padres de Edgardo no tenían constancia de que el pequeño hubiese estado nunca gravemente enfermo como para temer por su vida, con lo que no había existido en ningún momento un motivo para un bautismo de emergencia (aunque esto último también podía ser una mentira de los padres para contrarrestar la situación y lograr pleitear por la custodia de su hijo con alguna posibilidad ya que la ley por entonces realmente no permitía que unos judíos criasen a un niño que hubiese sido bautizado).  

En todo caso estas dudas e irregularidades quedaron a un lado cuando por motivos desconocidos el propio Papa Pío IX tomó un interés personal en el caso y a partir de ese punto todas las apelaciones legales realizadas por los padres fueron denegadas por las autoridades eclesiásticas.  

A fin de cuentas este tipo de secuestros de niños judíos para salvarlos no eran infrecuentes aún entrado el s. XIX y desde luego en épocas pretéritas habían sido moneda corriente. Hay que recordar además que en los Estados de la Iglesia, en el momento de la llegada al Papado de Pío IX, los judíos estaban obligados a vivir en un ghetto, medida que dicho Papa confirmó (por si quedaran dudas) en 1850. Además existían también leyes que les prohibían ejercer ciertas profesiones, leyes que les obligaban a asistir a los sermones de los sacerdotes católicos en las iglesias al menos cuatro veces al año (a ver si había suerte y alguno se convertía). Tampoco se permitía a un judío declarar contra un cristiano en los tribunales de justicia.  Y, pese a todo esto, de hecho los judíos tenían suerte en cuanto a su situación, porque por ley los italianos que profesasen alguna doctrina protestante no tenían autorizada su presencia dentro de las fronteras de los Estados vaticanos salvo en el caso de viajeros extranjeros de paso.  

Así las cosas durante las primeras semanas tras la confiscación de la tutela del niño por parte de las autoridades vaticanas no se permitió a los padres tener contacto con él. Tras ese período de “descontaminación” se les permitieron visitas periódicas bajo la supervisión y vigilancia de un clérigo. Finalmente se hizo saber a los padres que podían recuperar a su hijo si la familia se convertía al catolicismo, pero rehusaron.  

Al cabo de un año, el Papado perdió el control de la ciudad de Bolonia como de otras ciudades de la Romaña, pero para entonces Edgardo había sido trasladado “a lugar seguro” en la propia ciudad de Roma.  

Con todo, las cosas estaban cambiando en el mundo. Además, quizás a diferencia de otras familias que habían sufrido la misma situación antes que ellos, los Mortara eran una familia de comerciantes con una situación económica desahogada y una buena educación, por lo que lejos de rendirse o amedrentarse se enfrentaron al Vaticano con uñas y dientes (de hecho es por eso que conocemos con precisión lo ocurrido). Tras desistir de la vía puramente legal a través de la maraña de tribunales eclesiásticos se pusieron en contacto con la mismísima familia Rothschild y a través de ellos y de diversas organizaciones judías lograron dar publicidad al asunto en periódicos de Inglaterra, Francia, EE.UU. y el Norte de Italia. Se desató así una campaña de prensa en favor de los padres pero el Vaticano resistió y el propio Papa empezó a llevar de la mano a Edgardo a algunas audiencias en el Vaticano para demostrar a todos que el pequeño estaba feliz bajo sus  cuidados.  

Finalmente el asunto se olvidó hasta que la situación cambió en 1870 debido a diversos avatares políticos. Al final de ese año los Estados Pontificios desaparecieron por completo y la propia ciudad de Roma fue anexionada militarmente tras un asedio por el recientemente creado (1861) Reino de Italia nacido a su vez en torno al Reino de Piamonte y de sus conquistas durante las décadas anteriores.   

En cualquier caso llegado ese momento Edgardo iba camino de los 19 años, era mayor de edad, se consideraba un firme creyente católico y apenas se acordaba de sus padres. Pese a todo hizo un intento de volver con su familia pero al cabo de un mes no se adaptó a convivir con unos judíos recalcitrantes que rechazaban la única fe verdadera. Edgardo decidió por tanto romper definitivamente con su familia biológica, esta vez por voluntad propia, regresar a Roma y convertirse en sacerdote. Fue enviado a Francia a completar su formación con monjes agustinos y poco después a la edad de 23 años fue ordenado sacerdote. Para entonces su padre biológico había muerto ya.  

En adelante Edgardo se consagró a viajar por diversas ciudades de Europa, sobre todo Alemania, intentando aprovechar su experiencia para convertir a los judíos, con el mismo escaso éxito que había tenido con su familia todo sea dicho. Al menos, tiempo después, durante una de esas prédicas realizada en Italia recuperó el contacto con su familia. Su madre murió finalmente en 1895 y en general a partir de entonces su relación sino con sus hermanos al menos con diversos sobrinos fue cordial.    

Para entonces Edgardo había adoptado el nombre espiritual de Pío, en honor a quien consideraba su “padre” y en 1912 realizó una comparecencia para pedir la beatificación de Pío IX.  

“Estoy firmemente convencido, no sólo por la declaración que he realizado sino por toda la vida de mi augusto protector y padre, que el Siervo de Dios Pío IX es un Santo. Tengo la convicción casi instintiva de que un día se elevará a la gloria de los altares. Por eso será para mí una alegría para toda la vida y un gran consuelo en la hora de mi muerte haber cooperado hasta el límite de mis fuerzas en el éxito de dicha causa”. 

En esa declaración además exculpó por completo al Papado de los sucesos ocurridos en su infancia, entre otras cosas porque  

“ellos (mis padres) intentaron por todos los medios recuperarme, pero a pesar de todo nunca mostré el más mínimo deseo de retornar con mi familia, un hecho que ni yo mismo entiendo salvo teniendo en cuenta la intervención de una gracia sobrenatural”.  

A fin de cuentas había sido la voluntad de Dios la que había querido que todo ocurriese de la manera en que ocurrió.  

Edgardo murió finalmente en 1940 en Bélgica a los 88 años de edad.   

Por su parte Pío IX, más conocido como Pío "Nono", fue Papa desde 1846 a 1878, el Papado más longevo en la historia de la Iglesia con sus casi 32 años de duración. Ese largo período de gobierno permitió a Pio IX llevar a cabo muchas iniciativas. Por ejemplo, algo que me interesa mucho como historiador, ordenó una de las primeras restauraciones arqueológicas en Roma, en su caso del Coliseo, y también invirtió bastante dinero en el estudio de las catacumbas de la ciudad. Obviamente ambas iniciativas tenían mucho que ver con sustentar digamos “científicamente” hechos mitificados de la visión cristiana de su pasado (los martirios cristianos en el circo y el refugio de algunos de ellos en las catacumbas). Así pues a partir de entonces la Iglesia no solo se ha enfrentado al incómodo pasado histórico mediante sermones sino que ha gastado grandes cantidades de dinero para introducirse en las aulas y además patrocinar publicaciones o “investigaciones” que contribuyen a seguir manteniendo más o menos intactos en cuanto al conocimiento público una serie de mitos favorables a su visión particular del pasado: por ejemplo la dudosísima autenticidad de la Sábana Santa (y otras reliquias parecidas), la presencia de San Pedro en Roma (cuanto menos muy cuestionable su martirio en época neroniana, pese a que en multitud de series y películas se recurre a ese tópico), la supuesta conservación del cáliz de la última cena o la existencia de reliquias de Santiago auténticas en la ciudad española del mismo nombre. De la misma forma que la arqueología judía sigue confundiendo respecto a la existencia histórica de Moisés o de la supuesta esclavitud egipcia de su pueblo, la Iglesia católica sigue sembrando la confusión sobre multitud de mitos hoy en día históricamente refutados como la pretendida "matanza de los inocentes" de manos del rey Herodes, la huida a Egipto de la familia de Jesús, los sucesos concernientes a la llamada Donación de Constantino, así como la traducción correcta o la autenticidad de determinados pasajes de textos religiosos.  

Pero bueno lo anterior no resultará supongo tan interesante para el profano. Más relevante puede ser sin embargo tener en cuenta que Pío IX estableció definitivamente el Vaticano como única residencia de los Papas (antes usaban también el palacio del Quirinal), estuvo detrás de la definición de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, convocó el Concilio Vaticano Primero y tras ese concilio estableció definitivamente en el seno de la Iglesia Católica la doctrina de la infalibilidad papal (una idea que venía gestándose desde la Edad Media), lo que significa que el Papa simplemente no puede equivocarse cuando define una doctrina concerniente a la fe o la moral católicas.  

El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.

       Además al perder durante su mandato la soberanía temporal sobre los territorios del centro de Italia el Papado pasó a centrarse en su papel puramente espiritual como representante de los católicos. Por eso el Papado de Pío IX marca el inicio de la concepción moderna de la figura del Papa como un simpático viejecito, fenómeno de masas, que da grandes mítines públicos y se mantiene como una especie de gurú alejado (aunque no tanto como parece) de las intrigas políticas y la lucha por el poder terrenal. Sin embargo hay que señalar que este cambio se produjo a regañadientes y contra la voluntad del Papado el cual forzó a sus últimas tropas de mercenarios a combatir hasta el final en las propias calles de la ciudad de Roma. Tras eso el Papado aún tardó décadas en aceptar la pérdida de facto de su poder en el centro de Italia, oponiéndose a ello con medidas dignas de una pataleta ridícula, por ejemplo lanzando un llamamiento a los católicos de Italia a boicotear las elecciones en el país hasta que se devolvieran al Papado el gobierno de sus antiguos señoríos. De hecho para cuando el Papado por fin se rindió a la evidencia, varias décadas después, puso fin al conflicto a través de un pacto con la Italia fascista, no con ningún gobierno democrático. Todo muy en la línea del ejemplo dejado por Jesucristo. 

Por cierto, finalmente Pío IX fue beatificado por Juan Pablo II a finales del año 2000. 

Hay varias cosas que comentar sobre lo que hemos visto, particularmente acerca de esta segunda historia.  

Para empezar una idea en torno a la que ya he dedicado más entradas: muchas cosas negativas que ocurrieron en el s. XX empezaron a gestarse intelectualmente más atrás, en ocasiones mucho más atrás. El antisemitismo contemporáneo no deja de ser una proyección en la sociedad industrial de clases de un viejo odio cuyas raíces se retrotraen en el tiempo prácticamente hasta las guerras romanojudías del s. I y la huella que todo eso dejó en la sociedad romana precristiana sobre la que después se construyó la cultura occidental.  

Por eso cuando Hitler hablaba sobre los judíos no era solo bajo el papel de tirano colérico sino como la punta de lanza de varios siglos de escritos (en muchos casos hoy adecuadamente sepultados en un segundo plano por impresentables) salidos de la mano de muchos de los grandes líderes y pensadores de la cultura occidental. En la misma Alemania ya Lutero (uno de los padres de la identidad nacional alemana y del alemán como idioma) publicó en su momento Sobre los judíos y sus mentiras, libro en el que abogaba por quemar las sinagogas  y los libros de oración judíos, que se prohibiese a los rabinos predicar, que se confiscasen sus bienes, se dejase de proporcionarles protección legal y se les redujese al trabajo forzado o la expulsión definitiva. Luego, la huella de ideas antisemitas como esas sobrevivió en el mundo occidental hasta llegar a la modernidad y no solo en el mundo protestante sino también en algunos países católicos y ortodoxos.  

He de decir también que resulta interesante la pervivencia durante el s. XX de ciertas trazas pertenecientes a esa mentalidad favorable a que los padres que no comparten una determinada concepción mayoritaria en la sociedad deban ser apartados de sus hijos. No se en qué medida por ejemplo prácticas como el "secuestro de niños" durante el Franquismo en España o en la Irlanda de entreguerras pueden tener un antecedente en ese tipo de planteamiento. Lo que sabemos es que en tiempos pretéritos llegó a existir la práctica de arrebatar niños a los individuos pertenecientes a un credo religioso enemigo para que no pudiesen ser “contaminados” y a la vez reeducarlos como defensores de la fe verdadera. Pasó en el mundo musulmán (el caso de los jenízaros por ejemplo) y también en el mundo cristiano (aunque es algo que está muy poco estudiado). En el s. XX en cambio esta postura se expandió en algunos contextos extremos preferentemente favoreciendo el secuestro de niños a familias que profesaban ideas políticas -y no ya solamente religiosas- contrarias a los intereses del poder establecido.  Es una idea que me limito a plantear, pero este no es un texto dedicado a tratar ese tipo de cuestiones. Simplemente la historia que os he contado hoy me ha servido para describir al mismo tiempo un panorama más general donde se muestra el potencial destructor que tiene la religiosidad llevada al extremo y como en esos casos la caridad, el respeto por los demás y el pensamiento crítico se suelen dejar a un lado y al final cualquier argumento teológico acaba sirviendo de coartada para cometer todo tipo de actos.  

El caso de Edgardo en particular también es una muestra de algo muy interesante. En concreto cómo nuestra adscripción a una “VERDAD” religiosa parte esencialmente de la educación tanto familiar como pública. Si Edgardo hubiese vivido una infancia normal con su familia probablemente ya de adulto se habría convertido en un judío convencido. En cambio al ser educado en un ambiente monacal desarrolló una intensa fe católica, pero podemos suponer que de haber nacido en Arabia habría sido un ferviente musulmán sunní y quizás de nacer en una familia persa hubiese acabado siendo un musulmán chiita.  

Por supuesto no siempre es así, pero el 90% de las personas religiosas en el planeta simplemente se limitan a seguir la fe que sus padres les enseñaron, nunca han elegido libremente entre una amalgama de posibilidades. De esa forma la expansión de la “VERDAD” por el mundo tiene bastante que ver con las dinámicas demográficas, militares y políticas antes que con los debates teológicos informados respecto al porcentaje de “VERDAD” que realmente contiene la doctrina de turno. Al final los credos de los Estados más poderosos militarmente o de las sociedades más activas procreando son los que más se expanden. Tan simple como eso. En definitiva, en el planeta existen muchos dioses y credos diferentes, todos ellos poseen santos, supuestos milagros respaldando la verdad de sus afirmaciones y el que alguno de estos credos crezca o disminuya en cuanto a número de seguidores no tiene mucho que ver con la fuerza de su verdad o de su dios sino con ese tipo de lógica tan mundana.  

De hecho da en qué pensar por qué ninguno de todos los posibles dioses que compiten por nuestras almas usa su inmenso poder para realizar una manifestación pública y sin ambigüedades de su mensaje a través de un sueño colectivo masivo o de una aparición incontrovertible en el cielo (o en televisión, ya puestos). En lugar de eso todos los dioses conocidos se han limitado a contactar con nosotros en ocasiones puntuales, siempre en un pasado lejano y hacerlo casi en exclusiva a los ojos de alguna persona muy concreta (incluso a través de procedimientos que imitan extrañamente los efectos de enfermedades como la esquizofrenia). Tras ese precario contacto la divinidad de turno dejaba como encargo para el elegido que nos transmitiese un mensaje frecuentemente tan ambiguo o impreciso que a posteriori casi siempre ha sido necesario para interpretarlo el uso de instituciones jerarquizadas de intermediarios especializados. Instituciones que se han dedicado a debatir sobre dicho supuesto mensaje durante siglos aunque casualmente han aprovechado también esa posición de privilegio para acumular poder y riqueza en provecho propio.   

Esto último es un problema en la medida en que sabemos positivamente que muchos miembros de las jerarquías religiosas en el pasado (y puede que en el presente) históricamente han dejado rastro de ser individuos corruptos ambiciosos o perturbados. En el caso de la Iglesia católica les invito a que se documenten sobre las apasionantes vidas de pontífices como Sergio III, Juan XII, Benedicto IX, Anacleto I, Clemente VI, Juan XXII, Pio II, Pablo II, Sixto IV, Inocencio VIII, Alejandro VI, Pablo III,  Julio III y muchos otros. Hijos ilegítimos, incluso nietos, abusos a menores, uso de prostitutas, sobornos, envenenamientos, incluso muestras de ateísmo incipiente… no hay para aburrirse en la historia del pontificado. Pero sin embargo los fieles del culto han de asumir que lo que esas personas lamentables decretaron durante sus mandatos respecto a qué es lo que dios espera de nosotros y sobre cómo nos debemos comportar era y es rigurosamente exacto. Los dogmas se crean siglo tras siglo, pero en cambio rara vez se revocan ya que eso pondría en cuestión el "tinglado" al aceptarse la posibilidad de la equivocación y ponerse sobre la mesa la necesidad de revisar hacia atrás. El propio Pio IX afianzó la doctrina de la infalibilidad papal y sin embargo su vida arroja la duda de si él mismo era un individuo bastante confundido. En cualquier caso, desde entonces un creyente ha de aceptar como verdad que aunque algún Papa pueda ser un corrupto o un idiota eso da igual porque cuando establece un dogma de fe apoyado por el colegio cardenalicio en ese momento Dios habla a través de él e impide (a saber mediante qué extraño mecanismo de control espiritual parapsicológico intergaláctico) que el siervo imperfecto se equivoque o mienta al comunicar la voluntad de Dios. 

Exactamente lo mismo se podría aplicar a lo que otros fieles de otras religiones piensan sobre determinados rabinos o ulemas. Es ridículo, sobre todo cuando la Historia nos enseña por ejemplo que muchos Papas o Califas y similares usaron claramente a voluntad las creencias populares, y el poder derivado de ellas, en beneficio propio y de sus intereses políticos y económicos concretos, no en mayor provecho de sus fieles. Dedicándose a emplear tal poder para desestabilizar la autoridad de otros gobernantes rivales, obtener la posesión de más tierras, o bien obtener ingresos a través de la venta, por ejemplo, del perdón de los pecados solo para derivar después ese dinero hacia gastos suntuarios.  

Llama también la atención que en todos los casos ningún dios en ningún momento del pasado fuese capaz de entrar en conexión con varios profetas o mensajeros simultáneos distribuidos por todo el globo terráqueo y pertenecientes así a culturas diversas. Al contrario, los dioses envían siempre sus emisarios (normalmente además uno solo) a una única sociedad o cultura concreta, lo que aboca en cada caso a esos profetas y sus seguidores a tener que convertir (a veces por la fuerza) al resto del planeta a la “VERDAD”. ¿No hubiera sido más sencillo con 6 o 7 Jesucristos o Mahomas simultáneos distribuidos al menos uno por continente?, ¿era mucho pedir?, se hubiesen ahorrado muchas guerras así. En el mejor de los casos todo esto lleva a pensar que Dios no sea tan listo, ni bondadoso, ni poderoso como pretenden sus hagiógrafos. O incluso a pensar que las religiones sean un fenómeno puramente psicológico e incluso psiquiátrico a pequeña escala, y cultural y político a gran escala, todo ello sin conexión real con una verdad trascendente concreta.

Al final lo único seguro hoy en día es que en el planeta Tierra coexisten múltiples religiones incompatibles entre sí. Por tanto resulta evidente, por pura lógica, que los creyentes de todas ellas no pueden estar en lo cierto a la vez. De hecho solo los de una de entre todas -y eso en el mejor de los casos- estarían siguiendo la auténtica “VERDAD”. Pese a ello cada uno de los bandos cree ciegamente en la exactitud de su credo, puede citar abundantes casos de intervención divina en su favor y cuenta con el testimonio indisputable de la vida y milagros de su profeta fundador. Pero como digo, por pura lógica, la mayoría de estas personas están equivocadas y viven su vida en base al respeto de una serie de tradiciones y dogmas que son objetivamente un montón de gilipolleces.  

Da un poco de miedo pensarlo. 

domingo, 13 de abril de 2014

Las ciudades englutidas




"My name is Ozymandias, king of kings:
Look on my works, ye Mighty, and despair!"
Nothing beside remains. Round the decay
of that colossal wreck boundless and bare
the lone and level sands stretch far away...


Percy Bysshe Shelley




Vamos con una nueva entrada dedicada a colapsos ecológicos en la historia así como a la influencia del clima sobre las sociedades humanas del pasado.

viernes, 4 de abril de 2014

Pedos de dinosaurio


Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza de polvo y tiempo y sueño y agonía?.

        Jorge Luis Borges 

¿El huevo o la gallina?, ¿aún usamos esa expresión?. Dada la abrumadora evidencia a favor de la teoría de la evolución debo hacer una declaración real oficial. La respuesta es, rotundamente, el huevo.

          Ian McShane en la fallida serie Kings, capítulo titulado “Goliath”.


  
Ante la llegada a las carteleras de cine del Noé de Aronofsky -película caracterizada por mezclar con el componente propiamente bíblico del mito elementos de los que podríamos calificar como “fumada con tintes de ecologismo new age”- se me ha ocurrido realizar un pequeño experimento.

Voy a dejar un tanto de lado anécdotas y recopilaciones de fotografías históricas para dedicar varias entradas sucesivas a poner en relación cuestiones de Geografía (campo que tengo por ahora totalmente postergado en el blog), Paleontología e Historia.